La Madre Cristiana y la Instrucción Bíblica -parte cuatro-

Hoy continuamos con la serie de John Abbott (1800's), La Madre  Cristiana y la Instrucción Religiosa, espero que sea de bendición a muchas madres cristianas, a mujeres temerosas de Dios. (Pueden leer la parte uno aquí y la  parte dos aquí, la parte tres aquí)



8. Es nuestro privilegio, y nuestro deber el describir el cielo a nuestros hijos, así como Dios lo ha descrito. Sólo así vamos a poder implantar en el corazón de nuestros hijos el deseo más profundo de ir a ese lugar de felicidad. Dios nos ha hablado del cielo para que anhelemos ser santos y deseemos ir a ese, nuestro hogar. Tu hijo tiene un hambre de saber, su curiosidad siempre está despierta. Observa lo que sucede en la naturaleza, y hace preguntas que la mente humana muchas veces no puede responder.... Dile que en el cielo va a poder va a poder comprender todas las maravillas de la creación de Dios; y al mismo tiempo puedes hablarle del Salvador, que murió para pagar por nuestros pecados para que podamos ir al cielo.

Presenta la doctrina del cielo a tus hijos, los gozos que hay en ella, esperando que se arrepienta de sus pecados y sea librado del terror del infierno; para que consagre su vida al Señor y a su servicio.

9. Después de la Biblia, como fuente primaria de la instrucción religiosa de nuestros hijos, debemos poner como ejemplo nuestro propio corazón. La madre debe esforzarse cada día por ser lo que ella desea que sus hijos sean. Ella debe de procurar inculcar en su propio espíritu esas virtudes y esas gracias, que ella desearía que adornaran el carácter de sus hijos. Nuestros hijos tienen más derecho de esperar que seamos padres modelo, que nosotros de requerir que ellos sean hijos modelo. Las  tentaciones son tan severas para ellos como para nosotros. Solemos pensar que sus cargas son ligeras, porque en nuestras mentes maduras tendemos a creer que podrían sobrellevar aún un poco más. Y luego cometemos el grave error de excusar en nosotros los mismos defectos que censuramos tan duramente en ellos.

¿Deseas que  tus hijos busquen a Dios sinceramente, afectuosamente, alegremente - como a un Padre- y un Consolador en los tiempos de dolor? Llévalos a Él con tu ejemplo. Permite que ellos vean esta devoción en ti. Cuando enfrentas la muerte en tu hogar, o cuando el desastre llega y arrasa con tus comodidades y placeres; o cuando la enfermedad llega y te roba la bendición de atender los deberes de tu hogar y  te encuentras con fiebre y dolor tendida en tu cama, aprovecha para mostrarles a tus hijos las grandes y hermosas bendiciones de confiar en Dios. Una sonrisa en tu rostro, una mirada que imparte confianza, una palabra que da ánimos y que muestra tu sujeción de todo corazón a la soberanía de Dios, va a impactar el corazón de tus hijos que te observan detenidamente.

Las palabras son como el aire. Caen en el oído y se olvidan. Pero ¿quién puede olvidar el ejemplo consistente y siempre presente? ¿Qué hijo puede olvidar la vida diaria con su padre y madre?

Los adornos de gracia, los rasgos de carácter, los principios de la piedad, son mejor inculcados en la vida del hijo a través de la poderosa influencia del ejemplo. ¿Deseas que tu hija aprenda a controlar sus pasiones y a tener un espíritu afable y apacible? ¿Deseas que le hable tiernamente a su hermano aún cuando él esté irritado y malhumorado? Enséñale a hacer esto con tu ejemplo. Cuando la mujer que te ayuda en los quehaceres de la casa rompe descuidadamente  un jarrón de porcelana, o cocina mal, o rompe la lámpara de aceite sobre tu alfombra- es el momento perfecto para enseñar a tu hija a tener dominio propio. Esta es tu hora de conflicto. Ten dominio propio, gana la victoria y tu hija va a aprender a tomar de tu ejemplo fuerzas para poder luego ella luchar contra sus propias tentaciones y pecados.

No digas que la pruebas y las dificultades que llevas son grandes en sobremanera para ser llevadas siempre con la misma ecuanimidad. Dios no pone sobre su hijos cargas imposibles de llevar. Necesitamos disciplinarnos en todas estas cosas para que podamos tener empatía con nuestros hijos en sus pruebas.  No nos deberíamos de sorprender si es que vemos a nuestros hijos desesperarse y airarse ante las decepciones y pruebas que les sobrevengan, cuando lo normal en nosotros es perder la calma, resentirnos, y explotar con palabras iracundas cuando alguien nos exaspera.


Los padres no deberían nunca, y menos en presencia de sus hijos, dar rienda suelta a su enojo e irritación. Aún cunado el hijo actúe mal no deberíamos de perder el control y menos llenarnos de resentimientos que se notan en una simple mirada. Debemos actuar firmes en ocasiones como ésas, y reprender a nuestros hijos efectivamente, pero al mismo tiempo debemos mantener  un espíritu afable y apacible, que debe de ser un rasgo característico de todo creyente.

De hecho, el que la disciplina parental sea efectiva, va a depender en gran parte si se imparte de una manera tierna y amorosa.

De la misma manera, el amor al prójimo y el buscar el bien de otros son cultivados  de la mejor manera a través de la influencia del ejemplo de los padres. ¿Estás dispuesto a cultivar en tus hijos empatía por el prójimo, a dolorerse con los que se duelen, a tener un espíritu generoso, a ayudar activamente al prójimo? Lleva a tu hija contigo por los pasajes en los que hay dolor, enfermedad y pobreza. Enséñala a cargar la canasta llena de provisiones para aliviar la necesidad de otros.

Es un arreglo hermoso de parte de la Providencia Divina, el que gran parte del carácter de nuestros hijos se forme en nuestro propio corazón. Si quiero enseñar a mi hija a evitar la vanidad, el orgullo, y el egoísmo, debo  primeramente cultivarlos en mi persona, enfocándome en ser industriosa, a ser humilde, y a estar dispuesta al sacrificio personal. Este método es más efectivo que cualquier otro si en verdad quiero alcanzar su corazón e influenciarlo. La mejor manera de enseñar a mi hijo a controlar sus arrebatos impetuosos es, principalmente, ganando victoria sobre mi mismo y sujetando todas mis pasiones. Es entonces dentro de mí, en mi propio corazón que puedo obrar de una manera más efectiva en moldear el corazón de mis hijos. Si quiero promover en ellos un progreso oral, debo de ir siempre delante de ellos, dirigiendo el camino.

¿Qué preguntas tan duras se levantan ahora en el corazón del padre? ¿Soy lo que quiero que mi hijo sea? ¿Soy agradecida, sujeta, alegre? ¿He conquistado mis pasiones? ¿Me presento a diario delante de mis hijos como un ejemplo seguro el cuál mis hijos pueden seguir? Aquí yace la gran labor de ser un padre fiel. Aquí se encuentra la fuerza de la disciplina que ejerzamos en nuestra familia. Sigamos el ejemplo de nuestro Salvador, quien usó palabras persuasivas con gran poder pero vivió con el poder de persuasión dejándonos su ejemplo a seguir.


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