La Madre Cristiana y la Instrucción Bíblica -parte dos-

Seguimos leyendo del libro de John Abbott, (1833) acerca de la responsabilidad que la madre tiene en la educación Cristiana de sus hijos. Estoy traduciendo, no todo el capítulo, pero sí las partes más relevantes de éste. (Pueden leer los dos primeros puntos aquí)



3. Presenta las cosas concernientes a Dios, a la religión*, con un gran ánimo. No hay verdadera felicidad sin piedad. La religión es para hacernos felices aquí y y en la eternidad; para dispersar la mente entenebrecida y llenarla de gozo.

Muchos padres se  equivocan en este aspecto. Ellos se enfocan solamente en enseñar a sus hijos del terror de la ley. Hablan con sus hijos con caras largas y siempre sobrias; su voz siempre melancólica, haciendo de este tema algo repugnante.

Podemos también caer en el otro extremo. Es extremadamente importante enseñar a nuestros hijos de la naturaleza del pecado, de la justicia de Dios, de la terrible pena del pecado. El niño debe de ser enseñado a ver a Dios tal como Él es, un Dios que aunque ama a sus criaturas, no puede sino ver el pecado con repulsión. Si hablamos a nuestros hijos solamente de la bondad del Creador, manifestada en todos los favores que de su mano recibimos diariamente, vamos a inculcar en ellos una impresión equivocada. Es de temer que muchos se engañan a sí mismos pensando que aman a Dios cuando tienen en sus mentes una "idea poética y linda de de un Ser sublime, bueno y sentimental"- cuyo carácter está basado en la indulgencia y el cariño. ¡Esas personas están muy lejos de adorar al Verdadero Dios!

Dios debe de ser presentado como Él mismo se nos ha revelado en las Escrituras y en la obras de la naturaleza. Él es un Dios de misericordia - pero también de justicia. Él es un Dios de amor - y también es fuego consumidor. Él debe ser amado con nuestros afectos más profundos - y también con reverencia y temor santo. Así que, debemos enseñar a nuestros niños que el pecado jamás se irá sin castigo. Es también importante enseñarles que en su bondad Él está dispuesto a perdonar al pecador arrepentido. Enseña a tus hijos a estar también agradecidos por el cielo que espera a los creyentes. Que siempre que les hables de las cosas de Dios, los deberes de la religión sea con sentimientos de gran regocijo, felicidad; que el niño sepa que la tristeza, el dolor, lo sombrío están conectados solamente con la desobediencia y el pecado.  Hay tanto que hablarles de los gozos prometidos en  el cielo, tanto como para despertar en ellos un ánimo por entrar a Él. Enséñales a ser agradecidos con Dios, a tener esperanza. Háblales de las promesas eternas para los hijos de Dios. Llévalos ante su Creador, incítalos a anhelar el cielo.


4. Procura ocasiones apropiadas. Todos nosotros sabemos que hay ocasiones en que el corazón está más susceptible y la consciencia más tierna....

Una madre debe de estar siempre atenta para procurar y tomar ventaja de esas ocasiones. Cuando ella vea a su hija con un corazón más tierno y abierto, debería de buscar al Señor en oración ferviente, y hablarle a su hija con todo amor y sabiamente del Salvador... ¡Oh, cuán dulce es el placer de presentar el Evangelio al niño cuyos sentimientos son claramente invadidos por el Señor! Si hay algún gozo incomparable en la tierra es ver una esta escena como ésta. La madre feliz guiando a su pequeño ser inmortal al hogar eterno, tiene un gozo incomparable, uno que el mundo no puede entender ni conocer. La madre debe siempre de tener su corazón lleno del amor de Cristo, para que en todo momento pueda ella comunicar ese mismo amor a sus hijos del alma.

Hay otras ocasiones que son propicias para guiar la vista de nuestros hijos al cielo. Esa noche tempestuosa, cuando llevas a tu hijo a su cama. La lluvia golpea violentamente sobre las ventanas. El viento silba por las esquinas de su cuarto. Todo es oscuridad y penumbras. La mente del niño se ve necesariamente afectada  por la furia de los elementos de la naturaleza. Tú sabiamente abrazas esta oportunidad para inculcarle una lección de nuestra confianza en Dios. "Mi hijo," tú dices, "es Dios quien causa el viento soplar y la lluvia caer. Ni tu padre ni yo podemos hacer cesar esta tempestad, ni tampoco podemos hacerla más recia. Si Dios lo deseara, Él podría hacer que el viento soplará  de tal manera y la lluvia cayera con tal fuerza que se romperían todas las ventanas y aún la casa sería destruida. Pero Dios tiene cuidado de nosotros, si se lo pides. Nadie más puede tener cuidado de ti, como Dios. Espero que tú ores a Dios pidiéndole su protección para ti, para tu padre y para mi esta noche. Y cuando Dios mande que la tormenta cese, y las nubes desaparezcan volverá la calma, y la luna y las estrellas brillantes volverán a brillar".

De diferentes maneras como ésta, es que el niño debe de ser enseñado a depender enteramente de Dios. No podemos no dejar que sea impresionado por el poder de su Creador. Tú puedes decirle que Dios es omnipotente y  puede no quedarle muy claro, pero muéstrale una escena en que Dios despliegue su poder, y su atención será completa y la verdad será entendida con más claridad. Cuando la madre sale de la habitación del niño y él se queda sólo en la oscuridad, escuchando la tormenta rugir, su mente , ¿no estará pensando en la grandeza y el poder de su Creador? , ¿No pensará que cosa terrible sería ofender a un Ser así?Y si este niño ha sido bien instruido a poner su confianza su confianza en Dios, la tormenta no podrá inquietar la paz de su alma. Él sabrá que Dios es su protector y que no debe temer mal alguno.

Este es un ejemplo de como una madre puede inculcar impresiones que nunca se van a olvidar. Pensamientos como éstos, introducidos a temprana edad van a darle madurez, lo van a guiar a la reflección, y con la bendición de Dios, van a promover su bien eterno. Un incidente trascendente como éste tiene un mayor efecto que horas de conversaciones.

Una de las labores mas importantes de la madre es estar atenta y observar cuándo es que llegan estas oportunidades y diligentemente buscar hacer uso de ellas. Cualquier padre que es fiel va a encontrar innumerables oportunidades, que le van a ayudar a acercarse y casi palpar el corazón de su hijo. El tiempo de enfermedad llega.Tu hijita está con una fiebre muy alta y está inquieta sobre su cama. Metes en la tina su cuerpo ardiendo y humedeces sus labios y su lengua, al mismo tiempo que haces esto ella te oye orar, y orar, pidiendo a Dios que restaure su salud. Finalmente la fiebre deja su cuerpo, y se despierta de un sueño reparador y sin dolor. Es entonces cuando le dices que si Dios no hubiera intervenido, la enfermedad la hubiera podido llevar a la muerte. Al apuntar a este acto de la misericordia de Dios, que ella puede ver y sentir, puedes incitar en ella un corazón sinceramente agradecido a Dios. Y al mismo tiempo mostrarle que el peor dolor no es la enfermedad sino el desobedecer al Padre Celestial.

Una niña en el vecindario muere. Tu hija te acompaña al funeral. Ella ve el cuerpo sin vida de la que era su amiga. ¿Qué madre va a querer desperdiciar una oportunidad como ésta de enseñar a su hija el significado de la muerte? Cuando tu hija se va a dormir esa noche, es cierto que va a pensar en su amiga que ha muerto y tú puedes estar allí para hablarle de la eternidad, del Trono de Justicia de Cristo, de los gozos del cielo y el dolor del infierno. ¿No es el momento ideal para que su corazón entienda?, ¿no es el momento en lágrimas de simpatía van a llenar sus ojos? Y al continuar hablando, le dirás a tu hija que ella también va a morir en algún momento, que también va a dejar amigos atrás y va a entrar delante de Cristo para ser juzgada y así entrar a la existencia eterna, ¿No verá más claro en ese día la realidad de tus palabras y no serán siempre recordadas por ella? Muy pocos niños lo olvidarán...

Es a través de introducir a nuestros hijos a escenas como éstas y de aprovechar  estas oprtunidades, que vamos a inculcar efectivamente lecciones de piedad. Un incidente como éstos penetra más profundamente el corazón que grandes cantidades de conversación ordinaria.


Quizá estás paseando con tu hijo. Es una hermosa mañana de verano. Los campos se despliegan delante de ti con gran hermosura. El canto de las aves se escucha. Toda la naturaleza parece cantar con alegría. Sigues avanzando y tu vista no puede sino ver la montaña, el valle, la rivera del río el bosque y los pastos verdes en donde el ganado pasta. ¿Qué mejor momento para introducir a tu hijo a el Buen Pastor, que protege a sus ovejas, y las reúne en sus brazos? ¿Qué mejor momento para la madre que hablar con una elocuencia tal que no se ha visto en el púlpito?

Si cuidadosamente se buscan y se aprovechan momentos como estos, vamos a poder impresionar en la mente de nuestros hijos enseñanzas tales que todos los años no van a poder borrar. Puedes también apuntar a la devociones durante todos los variados eventos y cambios en la vida; que todas las cosas del cada día sirvan para apuntar la mente de nuestros hijos a Dios. La furia de la tormenta, la hora de la enfermedad, la procesión funeraria, la campana del cementerio sonando, todos éstos momentos van a traer en un futuro, el recuerdo de las enseñanzas y las oraciones de la madre. Cuando tu hijo crezca, si es que se aleja del hogar, y un día ande cabalgando solo entre los Alpes, o navegando sobre las olas del océano, su mente va a ser llevada involuntariamente a Él que gobierna las aguas y levanta las montañas...


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*La palabra religión en el sentido que el autor la usa, se refiere a la vida cristiana en conjunto; a todo lo que pertenece a la vida de un verdadero creyente; a su estilo de vida y de pensar piadoso y conforme a las Santas Escrituras.


La parte tres de esta serie está aquí.

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