Cuando Las Aflicciones Llegan a Nuestra Vida
"Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese." 1 Pedro 4:12
"Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia." Santiago 1:2
Aflicción es una palabra que conocemos, que cada uno de nosotros la experimentamos de diferentes maneras. Unos la han experimentado más que otros y pareciera que otros no han pasado por ella. Pero todos la enfrentaremos tarde o temprano, directa o indirectamente. El Señor nos ha prometido aflicción (no prosperidad) en esta tierra y por lo tanto tenemos que estar preparados para ella, es necesario preparar nuestras almas para soportarla y no desmayar.
Muchos predican que el Señor nos promete paz y felicidad hoy y ahora; dicen a gran voz que Dios quiere vernos felices porque somos hijos del Rey. Pero si estudias fielmente la Palabra, encontrarás que Él no nos promete nada de esto en esta vida. No nos promete nuestra mejor vida ahora.
La aflicción es una consecuencia del pecado, un recordatorio continuo que es usado por ese Dios amoroso, que nos permite ser golpeados por la aflicción para que aprendamos a odiar ese pecado que clavó a Jesús en la cruz. Para recordarnos que nuestra mejor vida no es ahora sino en aquel día cuando lleguemos delante de nuestro Salvador y de rodillas Él haga ese intercambio de lagrimas por gozo y de dolor por descanso.
Nuestro Dios ama tanto a sus hijos, que nos permite ser golpeados por tragedias para que no olvidemos ese día, el día en que estaremos con Él y para que pongamos nuestros ojos en Jesús y no en las cosas que nos da (salud, hijos, prosperidad ...).
Que bendición es ser traídos a este lugar donde hay tanto dolor y sin embargo, ver que ahí somos cuidadas por Dios mismo. Llegamos al lugar de la aflicción para llegar poder entender que en verdad Dios es suficiente para nosotros. Que lo amamos no por lo que nos da, sino por lo que Él es. Nos trae al lugar de la aflicción para conocerlo como un Padre consolador, como un Padre que sabe lo que es mejor para nosotros y enseñarnos a confiar en Él total y absolutamente.
La aflicción trae humildad, te deja con nada de que gloriarte. Te deja en el suelo y sin aliento. Puedes gloriarte de nada más que de Jesucristo que te levanta y te da fuerzas para levantarte cada día. Conoces sus misericordias cada mañana y su fidelidad en las noches. Y en todo ésto vas siendo santificada y tu boca se llena de nada más que de gratitud.
La aflicción sirve como un recordatorio del pecado, de las lágrimas, del dolor y de las consecuencias que éste trae consigo. En este mundo hay aflicción a causa del pecado del hombre, y hasta que nuestros cuerpos sean glorificados podremos ser verdaderamente libres de toda aflicción.
La aflicción en un creyente edifica también a la gente que está alrededor tuyo; tu propia fe y la de los otros que están cerca de ti, es no solamente confrontada sino también edificada.
La aflicción sirve también como un filtro para separar la fe de los verdaderos creyentes, de la de los falsos creyentes, de esos que predican un evangelio barato y sin tempestades; uno color de rosa y de felicidad.
En mi caso, la aflicción de perder a mi bebe, me dejó una cicatriz en mi vientre. Una cicatriz que quedará como memoria de mi aflicción, pero no sólo es para acordarme de la aflicción como aquellos que lloran sin esperanza, sino que como un recordatorio perpetuo de cómo el Señor fue fiel y no nos dejó durante esos tiempos que fueron de extremo dolor.
A ti te digo, si pasas por aflicción, que no te sorprenda, prepárate para ese día leyendo la Palabra, estudiando la sana doctrina, abundando en la oración privada. No te dejes engañar con enseñanzas de predicadores que enseñan la prosperidad, que tienes que declarar cosas buenas a tu vida para que sucedan, ¡Cuidado! Esos falsos maestros predican prosperidad, salud, bienestar y no te preparan para la batalla. Te engañan predicándote mentira y cuando las aflicciones llegan para probar quienes son verdaderos creyente, muchos caen y abandonan la falsa fe que siguieron. Pero tú, sigue adelante, pon tus ojos en Jesús y no te canses. La perseverancia no es fácil, pero Él es fiel. Confía en Él.
Cada vez que seas golpeada por aflicción recuerda a tu Padre, y dale gracias por su fidelidad; pídele que te conceda el que cada día perseveres en la verdad; no por tus fuerzas, sino por las de Él.
La aflicción es una providencia de Dios. De un Dios que nos ama tanto, que no nos deja amar al mundo, ni el pecado. Pero un día, Él hará cambiara nuestra lagrimas y dolor por alegría. Y entonces descansaremos y no lloraremos más.
Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día.
"Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas." 2 Corintios 4: 16- 18
Norma
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