Memorizando Santiago -Semana 3-
Santiago 1: 15- 21
15 Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.
16 Amados hermanos míos, no erréis.
17 Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.
18 El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.
19 Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse;
20 porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.
21 Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.
Que interesante es ver que Santiago no deja ningún lugar a la psicología moderna que se ha infiltrado a la iglesia. Cuando pecamos no podemos echarle la culpa a nada, a ninguna circunstancia, a nadie (y menos a Dios). Cuando pecamos los únicos culpables somos nosotros, no podemos culpar la manera en que fuimos educadas, no depende de lo que tuvimos o no tuvimos, de lo bueno o malo que nos haya pasado, no tenemos que recordar nuestro pasado y tratar de encontrar la raíz de nuestra condición presente ¡No, no podemos excusarnos, y tratar de esconder nuestra culpa detrás de pretextos! Mientras no reconozcamos que somos culpables de nuestro propio pecado y nos arrepintamos, no podremos estar en paz con Dios.
Hermanas, que esta semana recibamos con mansedumbre la Palabra de Dios que está siendo implantada en nuestros corazones.
Becky
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