Un Privilegio y Un Honor

 

Ser ama de casa es un privilegio y un honor. 

En una sociedad en la cuál dos ingresos son casi necesarios para tener cierto nivel de vida, dónde los hijos son considerados una carga, dónde la apariencia física es mas importante cada día. Dónde las mujeres no estan dispuestas a cambiar arrugas por besos; a vivir con menos para educar a los hijos no como carga, sino porque es un placer; a que el famoso "tiempo para mi", sea tiempo que paso con mi familia haciendo cosas juntos. 

Esta sociedad ha cambiado los valores, y poco a poco ha ido seduciendo los corazones de muchas mujeres que hoy se llaman cristianas.. Ha ido engañando a la mujer cada día vendiéndole ideas baratas de lo que una mujer "debe ser" y lo han creído. Esas ideas ofrecen un modelo vano, egocéntrico y barato. Cambiando la verdad de Dios por la mentira ofrecen un modelo de mujer contrario a lo que la Biblia enseña. Se ha propagado que, ser una mujer piadosa, obediente a su marido, cuidadora del hogar, modesta en su forma de vestir y hablar, prudente, es un defecto y una debilidad.

Pero, ¿Qué dice la Biblia? ¿Cómo debe ser una mujer? 

Ser ama de casa debe ser nuestro primer ministerio. Criar hijos obedientes y temerosos a Dios, que conozcan la Biblia (no solo historias de la Biblia), la sana doctrina, que la sepan defender, que en nuestro enseñar vean a Jesucristo. 

La Biblia dice que la mujer casada sea una ayuda en lo espiritual para su marido. En la casa, la mujer tiene el privilegio de hacer un cielo aquí en la tierra para ellos. Nuestros esposos, dice la Biblia, deberían poder estar confiados en nuestra prudencia y en que no vamos a "explotar" por unas hormonas fuera de lugar... 

El Señor quiere que en los hogares cristianos hayan mujeres temerosas a Dios,  valientes ante un mundo ferviente por el placer propio en vez de por Dios. En un mundo, donde la vanidad se ve en cada casa, aún en hogares  que se llaman "cristianos"... dónde la santidad no es ni siquiera enseñada.
Nuestras casas necesitan ser diferentes. 
Si no lo son....
¿Qué fe es la que estamos predicando a nuestros hijos?

¡Qué difícil es vivir así!... ¡Qué difícil es no blasfemar esa fe que profesamos con nuestras acciones!... Pero, si no hay una batalla dentro de nosotros, si no peleamos cada día contra nuestra carne, contra nuestros deseos pecaminosos... 
 ¿Cómo creceremos en santidad? 
¿Cómo nos convertiremos en las mujeres que Dios quiere que seamos?

Esta batalla se gana de rodillas. La batalla se gana estudiando Su Palabra y meditando en ella de día y de noche. 

Gracias a mi todo Poderoso y Soberano Dios, porque podemos descansar en Él, sabiendo que, cuando somos débiles, Él es fuerte. 

Norma

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