Salmo 34


  

Salmo 34

 1 Bendeciré a Jehová en todo tiempo;
    Su alabanza estará de continuo en mi boca.
   
 2 En Jehová se gloriará mi alma;
    Lo oirán los mansos, y se alegrarán.

   
 3 Engrandeced a Jehová conmigo,
    Y exaltemos a una su nombre.

   
 4 Busqué a Jehová, y él me oyó,
    Y me libró de todos mis temores.

   
 5 Los que miraron a él fueron alumbrados,
    Y sus rostros no fueron avergonzados.

   
 6 Este pobre clamó, y le oyó Jehová,
    Y lo libró de todas sus angustias.

   
 7 El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen,
    Y los defiende.

   
 8 Gustad, y ved que es bueno Jehová;
    Dichoso el hombre que confía en él.

   
 9 Temed a Jehová, vosotros sus santos,
    Pues nada falta a los que le temen. 


10 Los leoncillos necesitan, y tienen hambre;
    Pero los que buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien.

   
 11 Venid, hijos, oídme;
    El temor de Jehová os enseñaré.

   
 12 ¿Quién es el hombre que desea vida,
    Que desea muchos días para ver el bien?

   
 13 Guarda tu lengua del mal,
    Y tus labios de hablar engaño.

   
 14 Apártate del mal, y haz el bien;
    Busca la paz, y síguela.

   
 15 Los ojos de Jehová están sobre los justos,
    Y atentos sus oídos al clamor de ellos. 





Es viernes, y el tiempo para descansar está a la vuelta. El tiempo para convivir y pasarla rico y en familia llega.. Pero no todo para. No todo se detiene. La obra del Señor en nuestras vidas continua. Y esto es gracia, esto nos llena de esperanza.
El tiempo para alzar nuestra voz y cantarle tampoco se debería detener. Que nuestros labios no se cierren, que  nuestra boca de continuo proclame las grandezas del Señor. Unamos nustras voces en adoración, engrandezcamos juntos al Señor y exaltemos a una su nombre.
Fin de semana, tiempo para reflexionar, para acordarnos de todas las veces que en esta semana hemos clamado al Señor y Él ha inclinado su oido para escuchar nuestras súplicas. ¡De cuántos temores nos libró!  Oimos su voz llamándonos y volteamos nuestros ojos a él, su Espíritu Santo nos alumbró. Y ahí en  medio de nuestros  que haceres del día a día, en medio de nuestros afanes, de nuestros olvidos, de nuestros ratos buenos y de los malos, Él se acordó de nuestra condición, de que somos pobres, de que sin Él, no tenemos esperanza y nos oyó, nos oyó. Oyó el clamor de nuestro corazón, y no solamente nos oyó, sino que nos libró de todas nuestras angustias. Las circunstancias quizá no cambiaron, pero la angustia que éstas nos causaban fueron disipadas. La esperanza nos abrazó, y la promesa de tener al Señor como defensor nos sostuvo.
Que este fin de semana el Espíritu Santo nos conceda reflexionar, que podamos detener nuestros pies y manos para gustar y ver lo bueno que ha sido Jehová para con nosotros. No desearemos nada más, estaremos plenas, nada nos faltará, estaremos llenas de dicha confiando en nuestro Padre Amoroso.






 
         

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