Ingratitud
Vivimos en esta ciudad de contrastes. El más favorecido y el pobre se encuentran en cada esquina. El que tiene una cama y el que duerme en la calle. El que va al trabajo y el que extiende su mano para pedir una limosna. Todos bajo el mismo sol. Sabemos que no conviene dar monedas a los pobres niños que quizá han sido enviados a las calles por un padre abusivo o porque pueden usar esas monedas para prepararse un"cocktail" que los ayude a olvidar el hambre. Por eso nosotros traemos en el coche barritas de cereales para poder extender nuestra mano hacia la suya y compartir con ellos y no pasarnos de largo como un fariseo engreído. Este fin de semana fue diferente, no solo tenía barritas, había comprado, especialmente para ellos unos cuadritos de "rice-krispies" y malvavisco, algo especial, algo que disfrutarían.
Pero algo extraño sucedió. El semáforo se puso en rojo, nos detuvimos, los niños interrumpieron su juego y se acercaron corriendo a nuestro coche, mi esposo extendió su mano y les dió un cuadrito de "rice-krispies", la respuesta: "¿no tiene mejor monedas?" El semáforo cambió a verde, avanzamos, sorprendidos y sinceramente molestos "¡Qué niños tan mal agradecidos!", pensamos. y seguimos. Los niños, no lo sabremos, se quedaron detrás.
Llego la noche, nos acostamos y tendida en la cama, callada, pensando en mi día de pronto murmuré: "Señor, perdóname, porque soy así, como ese niño, mal agradecida". Me dí cuenta de como el Señor muchas veces nos da cosas o nos pone en situaciones que no queremos, quisieramos otra cosa, algo diferente; renegamos de lo que Él, especialmente planeó darnos. No nos gusta lo que de su mano viene y pensamos que sabemos mejor, que "lo otro" sería mejor. Pero El es DIOS, Él es soberano, Él es perfecto y nos dá, de su mano lo que El sabe que nos conviene, lo que ha preparado especialmente para nosotros.
Señor, ayúdame porque sigo pecando, poque no soy agradecida. Gracias porque sigues extendiendo tu mano hacia mí dándome de tu inmerecida gracia. Gracias. Y por aquel niño, atráelo a tí, que tenga mucho que agradecerte y que lo haga.
Pero algo extraño sucedió. El semáforo se puso en rojo, nos detuvimos, los niños interrumpieron su juego y se acercaron corriendo a nuestro coche, mi esposo extendió su mano y les dió un cuadrito de "rice-krispies", la respuesta: "¿no tiene mejor monedas?" El semáforo cambió a verde, avanzamos, sorprendidos y sinceramente molestos "¡Qué niños tan mal agradecidos!", pensamos. y seguimos. Los niños, no lo sabremos, se quedaron detrás.
Llego la noche, nos acostamos y tendida en la cama, callada, pensando en mi día de pronto murmuré: "Señor, perdóname, porque soy así, como ese niño, mal agradecida". Me dí cuenta de como el Señor muchas veces nos da cosas o nos pone en situaciones que no queremos, quisieramos otra cosa, algo diferente; renegamos de lo que Él, especialmente planeó darnos. No nos gusta lo que de su mano viene y pensamos que sabemos mejor, que "lo otro" sería mejor. Pero El es DIOS, Él es soberano, Él es perfecto y nos dá, de su mano lo que El sabe que nos conviene, lo que ha preparado especialmente para nosotros.
Señor, ayúdame porque sigo pecando, poque no soy agradecida. Gracias porque sigues extendiendo tu mano hacia mí dándome de tu inmerecida gracia. Gracias. Y por aquel niño, atráelo a tí, que tenga mucho que agradecerte y que lo haga.
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